domingo, 28 de noviembre de 2010

¿La historia para qué?...dijo alguien


...Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruinas, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso…
Tesis IX en Tesis Para la Historia
Me pidieron decir unas palabras de despedida, cuando reflexioné acerca de ello pude darme cuenta que esto más que una despedida, es el comienzo de un largo proyecto de vida al que vamos a dedicar gran parte de nuestra existencia, puesto que seremos historiadores, y el camino que hay que recorrer apenas comienza, hay que hacer camino al andar y esto está empezando compañeros.
Al comenzar a escribir esto, más que unas palabras de despedida decidí escribir experiencias, puesto que creo que la mayoría nos llegamos a topar en más de una ocasión con las incómodas pero más que comunes preguntas de: “¿Historia para qué?, ¿eso para qué sirve?, ¿tiene alguna utilidad?, ¿de qué vas a trabajar?”, irónicamente llegue a responder en muchas ocasiones que yo sería historiador con especialidad en tacos al pastor, desgraciadamente esta situación no está muy alejada de la realidad debido a que la historia, y las humanidades en general son disciplinas poco valoradas en una sociedad donde el olvido todo lo impregna, y donde la industria y el desarrollo tecnológico es lo que vale, tomándose a la historia como un pasatiempo, que se piensa erróneamente, cualquiera es capaz de llevar a cabo, simplemente recordando nombres y fechas. Situaciones por demás falsas, porque el historiador no es un recopilador de datos, el historiador es aquella persona que analiza los distintos procesos por lo que la humanidad ha pasado a lo largo del tiempo.
Ya Marc Bloch comenzaba uno de sus libros más famosos con la siguiente frase:
…Papá, explicame para qué sirve la historia, pedía hace algunos años a su padre, que era historiador, un muchachito allegado mío…
Y es que lo primero que se nos llega a cuestionar a los historiadores es la utilidad de nuestro oficio, oficio muy poco valorado en esta sociedad donde la técnica lo domina casi todo, en donde la reflexión no tiene cabida, en este mundo hay que hacer y producir, procurando pensar, leer y escuchar lo menos posible con conciencia crítica. El historiador lleva una gran responsabilidad cuando, a contra corriente, trata de hacer un poco consciente a la sociedad en la que vive y se desenvuelve, claro sin pecar de vanidad, puesto que no somos más ni somos menos que un obrero o que un filosofo o un ingeniero, somos simplemente una parte de la enorme gama de conocimiento que trata de explicarnos este complicado mundo humano.
La historia es un cúmulo de irresoluciones, estamos conscientes que no se puede aprehender todo del pasado, y mucho menos se pueden explicar los hecho tal y como sucedieron, pero como dijo Bloch:
…Estas irresoluciones son nuestra excusa. Mejor aún: a ellas se debe la frescura de nuestros estudios. No sólo tenemos ese derecho de reclamar a favor de la historia la indulgencia debida a todos los comienzos. Para todo espíritu una solución que bien vale por la del éxito más cabal…
Es decir, tal vez no encontremos soluciones cabales a nuestras investigaciones o a nuestro quehacer como lo haría un médico, un reportero, un ingeniero o un químico, pero no por ello debemos bajar la guardia, puesto que eso es lo que debe impulsarnos a seguir adelante, a renovar, a buscar desde distintos ángulos y desde distintas perspectivas, es decir, la poca certeza de a donde llegará nuestro trabajo como historiadores, tal vez se deba a que nosotros no hacemos la Historia, más bien cabría decir que nosotros, los historiadores nos debemos a la Historia, y que la investigación misma guía y traza su camino, no podemos forzar o guiar una investigación a placer, eso es lo rico y lo bonito de la historia.
Bien lo dijo ya W. Benjamin:
…El historiador es un profeta volteado hacia atrás. Da la espalda a su propia época; su mirada de vidente se enciende ante las cumbres de los acontecimientos de antes, que se acumulan en el pasado. A esta mirada de vidente, su propia época le está presente de manera más clara que a aquellos que “mantienen” el paso de su época…
Es decir, el historiador carga sobre sí una gran responsabilidad, la Historia de toda la humanidad, y todo lo que ello implica, es responsabilidad del historiador, somos el chamán, el gran sacerdote, el abuelo, los libros, los archivos, el sabio del pueblo y todo aquello que guarde en su sabiduría algo de historia, algo de conocimiento relacionado con el ser humano, por eso es que también Benjamin nos advierte que:
…Quien anda en el pasado como en un desván de trastos, hurgando entre ejemplos y analogías, no tiene ni la menor idea de cuánto, en un instante dado, depende de la actualización del pasado…
Es decir, debemos hurgar en el pasado con responsabilidad, no podemos andar a la deriva, puesto que la historia es ese constante devenir que llega hasta nuestros días, el historiador no es solamente aquel ratón de biblioteca y archivo que se la pasa hurgando en el pasado, recopilando y armado datos vacios de sentido, el historiador no es aquel ser anacoreta o asceta, que solitario busca consuelo en los “pasados gloriosos”, el historiador también es un ser que vive en su presente, comprendiendo de mejor manera su constante devenir, bien dijo también Benjamin que:
…El historiador vuelve las espaldas a su propia época, y su mirada de vidente se enciende en las cumbres de las generaciones humanas anteriores, que se hunden cada vez más hondo en el pasado. Es precisamente para esta mirada de vidente para la cual la propia época se encuentra presente de manera más clara que para aquellos contemporáneos que “avanzan al paso “ de ella…
Y no debemos olvidar que este camino que empezamos a recorrer hace cuatro años, apenas comienza. Recuerdo que cuando decidí entrar a la universidad mis padres me preguntaron (palabras más, palabras menos) -¿Qué quieres ser en la vida?- a lo que respondí en tono más o menos irónico –quiero ser feliz- y ellos dijeron –bueno sí, pero que quieres estudiar-, y yo les dije obviamente que historia, esta es una experiencia personal, supongo que un tanto parecida a la de muchos de ustedes, puesto que desde el momento en que decidimos estudiar historia, tomamos la estafeta y nos adentramos en este maravilloso mundo de la historia, este mundo mal comprendido, más no incomprendido por la mayoría, puesto que decir historia nos remite automáticamente a las clases de historia de la primaria, la secundaria y la preparatoria, en donde lo profesores nos obligaban a memorizar infinidad de fechas, nombres de personas y batallas o lugares “importantes”. No señores, la historia es mucho más que eso, pero estamos acostumbrados a prejuiciar una carrera, una ciencia o disciplina sólo por lo que se ve encima, la historia es la disciplina que se encarga de estudiar a los hombres en el tiempo y todo lo que ello implica.
Pero los prejuicios y la incomprensión son bárbaros, ya bien lo dijo el gran maestro, Marc Bloch, con sabias y severas palabras:
…Para quien no sea un tonto de talla mayor, todas las ciencias son interesantes. Pero cada sabio sólo encuentra una cuyo cultivo le divierte. Descubrirla para consagrarse a ella es propiamente lo que se llama vocación…
Creo que nosotros tenemos vocación por la historia, y puesto que uno de los grandes anhelos del ser humano ha sido encontrar la felicidad, y consagrarse a lo que le gusta, le place, le llena o simplemente le satisface, creo que la historia es una buena manera de llegar a esta felicidad, por eso es que les digo compañeros, vivan, sientan, gocen y disfruten la historia, sean felices, porque el hecho de estar hoy aquí es sólo un paso en el largo camino que hay que recorrer, pero también es muestra de que esta es nuestra vocación, de que si llegamos hasta aquí es porque la historia realmente nos puede guiar hacia esa felicidad.
El historiador debe ser una persona con sensibilidad especial, para poder comprender a los muertos, pero también debe aprender a convivir con los vivos, cosa que se ha perdido actualmente en la mayoría de los historiadores, quienes preocupados en exceso por el trabajo intelectual, se han separado demasiado del terreno de la práctica. Por eso es que no debemos olvidar que somos seres que vivimos en el presente y que la historia no sólo es el estudio del pasado.
Compañeros, les invito a reflexionar acerca de lo que hemos aprendido y aprehendido a lo largo de estos cuatro años, recordemos las enseñanzas que hemos recibido en el aula, y agradezcamos a los profesores porque con buenas palabras y lecturas, pero también con malos ejemplos nos han enseñado lo que un historiador debe hacer y debe también procurar evitar.
La historia es poco, o mejor dicho, muy poco valorada por nuestra sociedad, comenzando por nuestras autoridades, puesto que la consideran poco importante para la formación de los estudiantes como parte esencial de los planes de estudio, es por ello que tenemos un gran trabajo por delante, debemos reconceptualizar el término de historia. La historia y el historiador deben comprender a su sociedad, acercarse a ella y entenderla no sólo desde su pasado, para que con ello la sociedad pueda comprender también la labor del historiador, puesto que el historiador es actualmente tenido como un ente erudito que vive con los muertos y olvida su presente, en el supuesto, erróneo por cierto, de que el presente no es aun historia.
La labor histórica en muy digna y a nadie más que a nosotros nos corresponde reconceptualizarla, nos corresponde hacer que se revalore y que se comprenda en su justa dimensión, la labor del historiador es tan digna como la de cualquier “científico” que dice tener la “verdad” en sus manos. El historiador tal vez viva en la incertidumbre, y tal vez nunca pueda acceder a la “VERDAD”, pero eso es parte de la esencia de la historia, somos responsables en gran medida de la conciencia que una nación, que una sociedad, que una familia o un país se pueda formar de sí misma, es por ello que la responsabilidad crece, y aunque no lo pareciera lo historiadores somos necesarios para nuestra realidad, para nuestra sociedad, y no somos menos que los “científicos duros”, bien dijo Bloch que “No hay menos belleza en una exacta ecuación que en una frase precisa”
Me gustaría para terminar, recurrir nuevamente a la palabra escrita de Bloch, quien pareciera haber escrito para nosotros y para este día lo siguiente:
…Me gustaría que entre los historiadores de profesión, los jóvenes sobre todo, se habituaran a reflexionar, sobre estas vacilaciones, sobre estos perpetuos arrepentimientos de nuestro oficio. Ésa será para ellos mismos la mejor manera de prepararse, por una elección deliberada, a conducir razonablemente sus esfuerzos. Sobre todo me gustaría verlos acercarse, cada vez más en un número mayor, a esta historia a la vez ampliada y tratada con profundidad, cuyo diseño concebimos varios –cada vez menos raros-…
Jesús Alejandro Báez Rodríguez.
Palabras de despedida para la Lic. En Historia UAQ. 2 de Julio 2010